A
veces reconstruyo nuestras ausencias,
sobre
endebles y temblorosas telarañas.
Solo
yo, luego, puedo reforzar ese cáñamo,
solo
tú, mañana, puedes retomar esas distancias.
Hemos
de desaparecer un día y reencontrarnos otro,
un
cielo o una tormenta no detendrán ese verso.
Hemos
de mezquinarnos palabras para olvidarnos,
sin
saber que en el minuto siguiente recordaremos.
A
veces soplo sobre nuestras ausencias, ese olvido,
y
me reconozco en escucharte, en releerte, en observarte.
Solo
yo, entiéndelo, vuelvo a perderme en tus caminos,
solo
tú, concíbelo, puedes cruzarte en mis senderos.
Hemos
de observar juntos esa piedra imaginada,
de
musgo y setas decorando tu hermosura.
Hemos
de tomarnos de las manos en silencio,
sin
conocer las respuestas ciertas del mañana.
A
veces he de conservar una calma que no tengo,
sobre
mis palabras duermen atardeceres en silencio.
Solo
yo, quizás, retomaré siempre las caricias cansadas,
solo
tú, acaso, escribirás mi nombre sobre la arena.
Hemos
de ser eternos principiantes de la llama,
quemando
nuestras alas de Ícaros rampantes.
Hemos
desistido de nuestros cuerpos en el
origen,
y
bebido de una copa ya vacía de buen vino.