El insecto marrón y el insecto rojo se batirán a duelo el
día de hoy, en lo espeso de la fronda del jardín. Han sido convocados los
padrinos, un par de tunantes luciérnagas que también proveen la fosforescencia
del espectáculo. El insecto marrón sufre en su despecho por un amor no
correspondido pero que mancilla su noble nombre de escarabajo de amargas
cortezas. Su contraparte roja, un pequeño coleóptero de legumbres amarillas,
muestra su sonrisa probóscide como si no importara el tamaño de su oponente ni
el peso tremendo de sus apéndices que tranquilamente podrían partirlo en dos
mitades nocturnas y comestibles. No sospecha el grandullón, que las luciérnagas
fueron levemente seducidas por unas libaciones de néctar fermentado, y que la
noble dama en discordia, una tímida avispa, esa misma mañana de abril le había
hecho entrega al alfeñique, no sin ciertos arqueamientos tentadores de sus
pestañas, de una espina de naranjo hábilmente untada con la ponzoña de su
propio aguijón de enamorada.
31 julio 2013
Libros
Tengo
que dejar de acumular tantos libros,
tengo
que dejar de soñarlos poco a poco.
Y
escribir ahora aunque quiebre mis dedos,
aunque
deba abrir mis ojos para siempre.
Las
viles novelas y las vastas enciclopedias,
se
precipitan desde los estantes de mi vida,
de
Benedetti toman su inquieta geografía
y
este suelo ya es más que Borges y su eco.
Debería
pues, quitar los libros de mi vista,
sus
innumerables letras que me indignan.
Y
fingir que la mejor poesía ya fue escrita,
y
que mis miembros desistan su existencia.
El
más ligero párrafo de Conrad me duele,
Stevenson,
Poe, se escapan de mis noches,
Melville
pincela de blancura todo lo terrible
y
Lovecraft me señala que la llama purifica.
Tengo
que dejar de acumular tantos libros,
tengo
que dejar de soñarlos poco a poco.
Y
escribir ahora aunque quiebre mis dedos,
aunque
deba abrir mis ojos para siempre.
Escenarios
Había una vez un
pájaro muy quieto, triste y solo en un jardín vacío, aumentando la soledad de
la tarde o ignorando círculos de despedida. Y el anciano Fao Wei en el sosiego
de esa tarde, solo hablaba del amor mirando la silueta del ave o escribiendo su
nombre en la arena, lejos de la orilla y de la ola que se ha ido.
Había una vez un
pájaro Que quebró su vuelo herido de angustia y perdió su cielo y perdió sus
nubes tratando de llegar al jardín místico del sueño. Y el anciano Fao Wei
cantaba melodías y en el viento sembraba, recorriendo la playa desnuda de
caracolas y desprovista de tiempo.
Había una vez arcoíris
de plumas y alas en el aire, pero cuerpo viejo olvidado de trinos; y el pájaro
eligió el jardín, su más hermoso deseo. Y el anciano Fao Wei, alguien tan
triste y solo como el pájaro en la tarde, pero sin su consuelo, ni su libertad
de morir a cualquier hora, en cualquier suelo.
Había. Había amor y
sol en ese cielo; se desgranó la arena, se deshizo una nota en el silencio y
grito el viento sin pausa. Había Ya no hay. Se ha retirado del escenario el
anciano Fao Wei junto al ave solitaria,
pero vacío y carente de la simpleza de su sueño.
Second Life
El
lugar existe, yo lo he visto con mis ojos cansados,
y
he trazado círculos de silencios y piedras antiguas.
He
caminado bajo una llovizna que no humedece.
Y un día, te esperé, un día que es todas las
tardes.
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