Sé que los amantes siempre juegan,
con ese elegante y confuso
encanto,
de ser sorprendidos en
la intimidad
impúdica de un raudo y
casto beso.
Entonces ellos sueñan inequívocos,
con el pasmo espía de los
peatones,
sus corazones palpitan
acelerados,
en la precipitación de
las miradas.
Sé que las risas
acompañan siempre
esos gestos únicos de intima
locura.
Los amantes son
imprudentes niños,
incitados por
tormentas repentinas.
Entonces la lluvia, es
aliada y oculta
los encuentros en rincones pequeños
las caricias en
infrecuentes esquinas,
y los escapes en el
límite del pecado.
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