21 agosto 2013

El límite del pecado


Sé que los amantes siempre juegan,
con ese elegante y confuso encanto,
de ser sorprendidos en la intimidad
impúdica de un raudo y casto beso.

Entonces ellos sueñan inequívocos,
con el pasmo espía de los peatones,
sus corazones palpitan acelerados,
en la precipitación de las miradas.

Sé que las risas acompañan siempre
esos gestos únicos de intima locura.
Los amantes son imprudentes niños,
incitados por tormentas repentinas.

Entonces la lluvia, es aliada y oculta
los  encuentros en rincones pequeños
las caricias en infrecuentes esquinas,
y los escapes en el límite del pecado. 


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