Yo he leído y
leo (no he dejado de hacerlo), a poetas buenos y malos en Facebook, poetas que
tienen sus muros llenos de medallas, copas y diplomas, premios de grupos que se
decían "Los Selectos del Verso" o “Poetas del Mundo”. He visto los
elogios que se profesan entre ellos. Supongo que, al no saber distinguir la
misión del poeta, solamente hacen culto de la persona para no poner en
evidencia su propia necesidad de elogios y aplausos. Que de poetas buenos, malos
y mediocres está lleno el mundo, pero la calidad no abunda, eso lo sabemos.
¿Pero quién se erige en juez para dar una categórica opinión negativa, sin
creer, u olvidar, que su propia obra no fue juzgada alguna vez? Quién dice
malo, no ayuda, no enseña, no predica. Quién dice malo, y encerrado en sus
aires olímpicos no brinda su apoyo, es el peor crítico de cualquier obra.
Siempre he dicho que los únicos jueces indiscutidos de nuestro trabajo somos
nosotros mismos, los demás son actores secundarios en consecuencia. En realidad
a todos nosotros solo nos juzgará el tiempo, ese filtro que elimina a muchos y
consagra a muy pocos. La calidad es un valor intrínseco en estos días en que el
lenguaje se despoja y se despuebla. Y el empeño de lo bien hecho debe
proyectarse hacia el futuro. El que criticó, lo hizo sobre algo que leyó en el
pasado y sobre algo que no quiere ni va a recordar, y si no le quedó, o no le
gustó, es solamente incumbencia suya. No debe bajo ningún aspecto ofender a la otra
persona, ni juzgar su mérito. Por el contrario se debe proteger y guiar. Y si
no se protege a alguien que trata de comunicar la palabra que es el mayor logro
humano, mal puede considerarse esa persona "Hombre de letras".
© Jorge Lacuadra - 2018
Ilustración: Internet