15 julio 2022

Medianoche en el Paraíso

 
El mundo era un lugar muy quieto,
bello, como una tierna hoja muerta.
Las bestias devoraban los gusanos
y los reptiles hablaban en voz baja.

El viento en aquellos días era breve,
la savia original subía por las manos.
Con los dedos removíamos el barro,
escarbando la humedad de las cosas.

Recelábamos un silencio inevitable
y el roce de los seres emplumados.
Si llovía de golpe reíamos sin pausa,
meciéndonos en prudente ronroneo.

Teníamos musgo y un poco de frío,
y lentos rumores en el bajo vientre.
Nos abrazábamos como sabandijas,
que buscan otra piel como consuelo.

En las horas iluminadas por la luna,
tocábamos las formas de los árboles,
o tumbados sobre el pasto marchito,
saboreábamos el verdor de la lluvia.

Sabíamos que nada era muy antiguo,
ni las rocas tenían la edad suficiente.
Mirábamos arrobados el cielo feraz,
donde florecían los mundos nuevos.

Un día surgió el viento y la tormenta
dispersando las hojas sobre la tierra,
y Eva paseó su espléndida desnudez
sobre la piel sedienta de los reptiles.

De aquella medianoche en el Paraíso
habló Milton vagando por el campo,
de los olores que fueron su alimento,
la tentación de un poema inagotable.

© Jorge Lacuadra - 2022
Ilustración: Internet




Las bestias del arca

  Alguien mira hacia atrás con gesto despectivo, no puede creer tanto alboroto. Una grupa me pega a la altura de las costillas y evito por muy poco unas pezuñas. Se sospecha una traición o una entrega pactada. Susana dice que es algo político. A pesar del viento de tormenta que se acerca, el olor a nuestro alrededor es insoportable. Y también el miedo, las humedades y las dentelladas que casi siempre buscan un cuello desprevenido. La escalera se torna hedionda y resbaladiza. Empujamos a los más gordos, no por solidaridad, sino para evitar aplastamientos. Prefiguramos un encierro cruel y un destino incierto. Mi compañera avanza como dormida mientras comienzan a caer las primeras gotas de lluvia.

© Jorge Lacuadra - 2021



Las heridas de la noche

Bien sabes, aun lo sabes,
seguro será en invierno,
y caminaremos juntos
hacia la casa de los relámpagos.

Una comitiva de fantasmas
asolará nuestra memoria,
el lugar que compartíamos
cuando soñaban las miradas.

Dolerá, ambos lo sabemos,
boca a boca, puerto a puerto,
eso de abrazarnos fatigados
oliendo las heridas de la noche.

Y en el atropello de negarnos
rebuscaré entre las tumbas
con estas manos, en la carroña
de nuestro despojado olvido.

Bien sabes que hoy…
caminaré hasta el hartazgo,
con la débil frente en llamas
y tu anagrama en mi bolsillo.

© Jorge Lacuadra - 2022
Fotografía: Internet




Múltiples

              ¿Cómo abrazarte? ¿Cómo abrazarte? ¿Cómo abrazarte? Con estos tres pares de brazos a la vez mientras rodamos, el uno sobre el otro, por esta pendiente y decirte —Te amo, te amo y te amo y que me escuches las tres veces como si fuesen las primeras. Te juro y aunque no me creas, que te bajaría las tres lunas para que jugaras toda la noche con ellas. Y no me cansaría de verte, de verte y de verte, mientras trato de que no rompas de una sola vez (y para siempre) mis tres pequeños corazones.

© Jorge Lacuadra - 2021