15 julio 2022

Medianoche en el Paraíso

 
El mundo era un lugar muy quieto,
bello, como una tierna hoja muerta.
Las bestias devoraban los gusanos
y los reptiles hablaban en voz baja.

El viento en aquellos días era breve,
la savia original subía por las manos.
Con los dedos removíamos el barro,
escarbando la humedad de las cosas.

Recelábamos un silencio inevitable
y el roce de los seres emplumados.
Si llovía de golpe reíamos sin pausa,
meciéndonos en prudente ronroneo.

Teníamos musgo y un poco de frío,
y lentos rumores en el bajo vientre.
Nos abrazábamos como sabandijas,
que buscan otra piel como consuelo.

En las horas iluminadas por la luna,
tocábamos las formas de los árboles,
o tumbados sobre el pasto marchito,
saboreábamos el verdor de la lluvia.

Sabíamos que nada era muy antiguo,
ni las rocas tenían la edad suficiente.
Mirábamos arrobados el cielo feraz,
donde florecían los mundos nuevos.

Un día surgió el viento y la tormenta
dispersando las hojas sobre la tierra,
y Eva paseó su espléndida desnudez
sobre la piel sedienta de los reptiles.

De aquella medianoche en el Paraíso
habló Milton vagando por el campo,
de los olores que fueron su alimento,
la tentación de un poema inagotable.

© Jorge Lacuadra - 2022
Ilustración: Internet




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