23 septiembre 2013

Imponderables cotidianos

          Recordé una vieja historia. Un hombre vuelve siempre de su jornada laboral por el mismo camino, vidrieras cotidianas, semáforos conocidos y parpadeantes de urgencias innombrables. Es la hora en que se atenúan los sonidos del orbe y las luces reducen su brillo y los bares se sacuden de clientes. Otro hombre, una borrosa figura en su memoria, lo llama siempre desde un callejón oscuro. El hombre de nuestro relato vacila y la seguridad del llamado tiende a paralizarlo, eterniza un momento terrible y logra al fin acercarlo a la grisácea forma de su interlocutor.
En ese cercano instante observa en el ceniciento rostro, un par de colmillos de plata, de una hermosura incomparable, tan atractivos como sedientos de sangre. Rápidamente el desconocido se quita los colmillos y guardándolos en una extraña cajita de madera oscura hace el gesto de entregarlos. Pero nuestro hombre no puede detener su marcha, imponderables cotidianos encausan nuevamente sus pasos hacia las lejanas luces del hogar y abandona todas las noches al otro, al que se sumerge nuevamente en las penumbras de los angostos espacios de la ciudad.
Desconozco por cuanto tiempo discurrieron estos encuentros, el devenir de otros años u otros hombres cambian tal vez el aspecto de esta narración que hoy evoco al saltar de ciudad en ciudad, o al involucrar al narrador como propio testigo de los alterados hechos en el comienzo de esta noche. Sin volver la vista, cabizbajo, apuré mis pasos para no sentirlo, para no verlo, aunque él, sonriente en su nocturnidad, musitara firmemente mi nombre desde el siniestro callejón.


2 comentarios:

Gracetcuenta dijo...

Hermoso relato con un tono de nostalgia que evocó la memoria de otras historias que se repiten y se repiten como espejos de lo humano.

Jorge Lacuadra dijo...

Creo Grace, que estos encuentros en el límite borde de la fantasia con personajes extraños, son mas frecuentes de lo que pensamos... Gracias por recorrer mis cuentos y poesías!