25 abril 2013

La ballena blanca - Miedos


          He soñado alguna vez, con una ballena blanca, no una metáfora, si no más bien el animal pleno, impresionante, la temible figura del pez antiguo, el leviatán, la bestia marina de San Brandan. He soñado con el cetáceo máximo, no la alegoría medieval escondida entre las bellas ilustraciones miniatura, si no mejor aún con el surtidor infernal que horrorizaba los marinos celtas, el vacío geográfico en el portulano de cuero que delataba su presencia, el cretásico esqueleto perpetuado en los hielos árticos. La historia del hombre, y esta es un retazo imperceptible de su vasto itinerario, no acepta duplicados, tampoco es pasible de perfectas simetrías, solo los espejos son testigos de esos encuentros de lo inaudito y sin embargo, esa ballena albina ya había recorrido mis otras pesadillas, mis otros espantos, los de deambular insomne por bibliotecas infinitas y pobladas de libros alucinados; y tal vez yo mismo sobre el esclavo papel, en momentos de silenciosa claridad, ya había creado mis monstruos de espacios y palabras, y ese delito de vanidad literaria me era tan cercano como los relatos sempiternos de Conrad o Melville.


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