Había una vez un
pájaro muy quieto, triste y solo en un jardín vacío, aumentando la soledad de
la tarde o ignorando círculos de despedida. Y el anciano Fao Wei en el sosiego
de esa tarde, solo hablaba del amor mirando la silueta del ave o escribiendo su
nombre en la arena, lejos de la orilla y de la ola que se ha ido.
Había una vez un
pájaro Que quebró su vuelo herido de angustia y perdió su cielo y perdió sus
nubes tratando de llegar al jardín místico del sueño. Y el anciano Fao Wei
cantaba melodías y en el viento sembraba, recorriendo la playa desnuda de
caracolas y desprovista de tiempo.
Había una vez arcoíris
de plumas y alas en el aire, pero cuerpo viejo olvidado de trinos; y el pájaro
eligió el jardín, su más hermoso deseo. Y el anciano Fao Wei, alguien tan
triste y solo como el pájaro en la tarde, pero sin su consuelo, ni su libertad
de morir a cualquier hora, en cualquier suelo.
Había. Había amor y
sol en ese cielo; se desgranó la arena, se deshizo una nota en el silencio y
grito el viento sin pausa. Había Ya no hay. Se ha retirado del escenario el
anciano Fao Wei junto al ave solitaria,
pero vacío y carente de la simpleza de su sueño.
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