27 abril 2016

Escritora invitada: Mónica Russomanno



PROTOCOLO DE PROGRESO


La llegada a ese planeta fue como siempre, primero la observación desde lejos, la preparación del informe, la espera de las evaluaciones, toda la burocracia que se pone en marcha en cada ocasión en que contactamos un ambiente propicio para la vida.
Hemos descubierto bastantes planetas habitados a lo largo de los siglos, pocos con vida y un escasísimo número de civilizaciones. Por esto es que no fue indiferente la noticia de que en éste no solamente hay vida inteligente sino organizada.
La primera observación fue que los seres inteligentes se encontraban en todo el planeta en el mismo estadio de evolución, compartían una cultura común y no se observaban conflictos en ninguna de las regiones. La homogeneidad era lo más destacado y sorprendente, algo que hasta ahora no tiene paralelo en ningún otro de los planetas conocidos.
Antes de realizar contacto y siguiendo el protocolo se fue elaborando un informe completo en todos los aspectos, desde la conformación mineral y geológica del planeta a una detallada y enciclopédica descripción de fauna y vegetación, dejando para la culminación el estudio de los seres inteligentes con su lenguaje, arte, historia, saberes de todo tipo.
Es en esta etapa final en la que fui enviado para hacer contacto.
Estuve orbitando un largo tiempo mientras me familiarizaba con vocablos, pronunciación y gestos. Fui escogido entre otras causas debido a que mi raza es la más parecida a esta. Soy un poco más oscuro y la distancia entre los ojos es diferente, pero en general puedo pasar por uno de ellos que hubiese tenido alguna deformación de nacimiento.
Cuando bajé a la superficie escogí una zona que para ellos es fría pero que para mi percepción de la temperatura es la más benigna, y con suplementos médicos logré compensar el oxígeno.
A los primeros días los pasé en una zona rural, aclimatándome y acostumbrando mis músculos a la gravedad. Ya conocía bastante bien sus costumbres y llevo por supuesto un sistema de ordenador incorporado que me proporciona la información que pueda requerir.
El primer contacto en la campiña fue con un hombre que pasó llevando leña y me miró con el rabillo del ojo, como se observa disimuladamente a los minusválidos o a los seres de otra raza. Nos saludamos cortésmente y me dirigí al poblado.
La evolución de estas gentes se encontraba en el estadio de vida campesina, con granjas y pequeños pueblos donde se agrupaban los artesanos y se realizaba la actividad política. No había ciudades ni un centro mundial, sólo poblados rodeados de establecimientos rurales, y la misma extendida cultura. Lo más inexplicable es que esta etapa de su civilización abarcase todo el planeta, y durase milenios.
Nuestras investigaciones previas habían demostrado que la cultura única se había formado hacía miles de años (tiempo terrestre) y desde entonces no había sufrido ningún cambio significativo. Esto era intrigante, ya que no habíamos hallado algo similar en ninguna galaxia.
Me presenté en el pueblo en un comercio de insumos, saludé al dueño en la forma ceremonial y le pregunté si había trabajo para un hombre saludable. Se conmocionó visiblemente, y con muestras de respeto inquirió el porqué de mi necesidad de trabajo, el porqué de mi soledad, como quien sabe que responder será doloroso, y ya excusándose con el gesto.
Le mentí un incendio en la granja de mis padres y expuse la historia ya preparada para integrarme en la comunidad.
La enorme pena que le provocó el que yo hubiese quedado solo me conmovió. Son unos seres muy emotivos y para ellos, profundamente gregarios, la desgracia que se había abatido sobre mí era inimaginable.
Me mostré afectado. Atento a mis sentimientos, no me interrogó más y me indicó una granja donde podrían adoptarme.
Puede parecer inútil, pero estas observaciones de campo son parte del protocolo de acercamiento a las civilizaciones descubiertas. Es posible que este paso se obvie en el futuro, pues algunos sociólogos han muerto o sufrido violencia en algunas misiones, y los científicos últimamente no tienen demasiado en cuenta nuestros relatos, pero yo disfruté de ser el primero en pisar suelo virgen.
Después de llegar a la granja y llamar a la puerta hube de esperar a ser atendido por el padre. La organización es familiar con una cabeza masculina que funciona como consejero, patrón, educador y sacerdote de dioses lares. A veces conviven dos o más familias, pero el varón principal es el mayor en edad y toma a su cargo a los hermanos con sus hembras y sus hijos.
En esta granja había solamente un grupo familiar, por lo que contaban con habitaciones vacías y la posibilidad de acoger otro integrante.
Desde el primer momento me trataron como uno más. Tuve mi lugar en la mesa, me proporcionaron algunos vestidos evidentemente confeccionados por ellos mismos, pusieron elementos de limpieza a mi alcance.
La vida era perfectamente planificada desde el amanecer al anochecer según las necesidades del trabajo, que estaba distribuido con justicia entre todos los integrantes de la familia. No había peleas, nadie se quejaba, los niños aprendían de los mayores todo lo necesario para la vida cotidiana. Mi personalidad me ha hecho participar de algunas riñas en mi juventud, pero el mecanismo vital de estos seres limaba cualquier aspereza que pudiese dar lugar a una disputa.
No habían tenido guerras desde miles de años atrás, la misma palabra “guerra” no existe aunque puede evocarse el significado al referirse a la quita de malezas, a la limpieza de ciertos parásitos que anidan en los techos y circunstancias de ese tipo.
Anoté las peculiaridades de su cultura, que se van revelando en la convivencia. En líneas generales todo era conocido por el estudio previo, pero mi visión proporcionaba un registro para el futuro de situaciones vitales aún sin influencia de otra cultura como la nuestra.
Estos seres eran vegetarianos, aunque poseen colmillos que evidencian un remoto pasado en el que fueron carnívoros. Buena señal, pues tenemos mucha existencia de ganado pasible de ser comercializada. Su medicina es muy rudimentaria, y nosotros somos productores de un amplio abanico de medicamentos. Utilizan metal pero los yacimientos son casi vírgenes. En suma, era un mercado inexplorado con gran potencial de intercambio.

Yo pertenezco al planeta tierra, donde mi especie inteligente en pleno estadio de formación logró exterminar a otros homínidos que pudiesen presentar batalla por territorio o alimentos. Poseemos una violencia que logró acortar considerablemente las etapas evolutivas, de sociedades primitivas como la de este planeta a una economía feroz de aprovechamiento extenso de recursos. Como en otros planetas, hubo un apocalipsis de guerras internas que acabó con la mayoría de las especies animales y vegetales, dejando relativamente pocos habitantes, un gran nivel tecnológico y la puerta abierta a ser contactados por otra especie inteligente para iniciar el comercio interestelar.

Mientras compartía la mesa de la granja con individuos serenos y afectuosos, imaginaba mi próximo trabajo, consistente en sembrar la semilla de la evolución social. Sería relativamente sencillo pero dadas las condiciones la germinación seguramente tomará más tiempo del estándar.
Según las características de cada especie tenemos diversos protocolos. Aquí la estabilidad se encuentra fundada en la homogeneidad de la cultura, la inexistencia de una religión dependiente de poderes centrales, la atomización de las sociedades en aldeas regidas por una democracia real, la naturaleza pacífica de los individuos. En suma, la absoluta falta de competencia que actúe de movilizador de la historia. Como en algunas antiguas sociedades de mi planeta, carecían de la noción de progreso adhiriendo a un pensamiento cíclico y circular ligado a las estaciones y las cosechas.
Tuve unos días de trabajo quitando malezas, algunas pequeñas felicidades en charlas breves e inocentes con criaturas atávicas, me distraje observando horizontes limpios y un cielo carente de tóxicos, puro y dilatado.
Uno se ablanda un poco y se suele sentir el impulso de dejar el planeta intocado y testigo de una era de la ingenuidad, pero tengo detrás toda una organización de la cual soy apenas una minúscula partícula, y mi plan de acción fue prefigurado de antemano.
Podía introducir la cápsula de veneno de muchas formas. En un equilibrio aparentemente tan firme un solo cambio inclina el plano y todo comienza a rodar y a entrechocarse.
Habría que provocar ese desequilibrio, y ello era posible introduciendo el concepto de progreso, avance con respecto a otros, superación de otras comunidades, recelo por estos otros, envidia de las condiciones distintas y mejores de esos otros, lucha por la consecución de esos bienes o forma de vida envidiable.

Tomé la comunidad que me acogió, les revelé que yo soy de otro planeta y les aseguré que mejoraría su existencia con conocimientos insospechados. En poco tiempo los convencí con algunos prototipos para encantar ingenuos, para lo cual debieron aprender a utilizar algunas herramientas, y para hacer esas herramientas debieron buscar materiales en otras regiones. Esos materiales, como minerales, se encontraban debajo de los cultivos de otras comunidades, por lo que debieron comerciar con ellos, compartir saberes, especializarse.
Sé que pronto surgirán las disputas por el precio de materiales, cosechas, saberes. Habrá escaramuzas, luego guerras, y en unos cuantos siglos el paisaje estará devastado, y las condiciones serán las adecuadas para entrar en el comercio intergaláctico. Los que queden ya no serán ingenuos y tendrán el anhelo de progresar infinitamente.

Miro el campo que ondula en pastizales, respiro el aire puro. Me llevo una imagen preapocalíptica, suspiro y vuelvo a mi nave.



Mónica Russomanno, argentina, escritora editada en diarios (La Nación, El Litoral), en antologías y en la colección "Bienes culturales" de ATE. Realizó guiones de videos y se desempeña como jurado en concursos de cuento (SADE, El Puente)

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