01 agosto 2013

Ella

¿Sabes amigo? Fue muy interesante lo que dijiste esa noche sobre ella, tus palabras aún zumban en mis oídos como el lejano ronroneo de un motor cómodo y constante. Me aseguraste que coreabas torpemente un viejo tema de Alice Cooper, si mal no recuerdo trataba sobre adolescentes del año ’74 y en tu mente imaginabas hallarte en un motel caliente observando el reflejo de una piel joven vibrando y gimiendo bajo la palma de tu mano; pero sobre aquel asfalto infinito y cotidiano ansiabas estar solo como un perro rabioso, un lobo mordedor entre tapizados caros. El lugar podía ser Tucson o Pasadena, no recuerdas, da lo mismo a esa altura de cualquier verano. Solo el calor acompañaba tu deseo de más velocidad, tu pretensión de exprimir más la potencia del coche y llegar, no sabias adonde ni recordabas el porque, pero olvidaste todo eso cuando la viste.
Tal vez el licor rebajado del Old Dinner o las seis cervezas anteriores te predispusieron mal para el encuentro pero me aseguraste que era fea y vieja, que tu idea de un revolcón con carne joven se bajo automáticamente de la carrocería del Súper Cobra ’69 y toda maravilla de la noche se eclipso en la visión de ese flaco cuerpo óseo, poco femenino, a través del parabrisas. Solo un grito salvaje emitió tu reseca boca y aceleraste tu máquina especialmente preparada para ese tipo de fugas. Tenias bronca y mala intención, si hubieras podido arrollarla hubieras culminado la noche satisfecho pero a pesar del volantazo la figura desapareció, seguramente la cuneta acaparo los desproporcionados rasgos que viste con tus pupilas dilatadas y te dejó con esa furia que envolvieron tus palabras al relatármelas luego en El Paso bajo un cartel de neones cariados.
Te cuento ahora, que yo también una vez maneje las estrofas de "Shout at the devil" con Nikki Sixx en mis oídos. ¡Espera! Tal vez estoy refiriéndote algo que sucedió hace muy poco. La carretera se abre ahora frente a mí dejándome escapar del puño eléctrico de la ciudad hacia las sombras de un mundo libre y nocturno, mi mundo de luces altas y árboles rápidos. La aguja marcaba 110 millas. Yo también me encontré con ella y sobre el neón parpadeante en el brillo del capó la vi, no era tan huesuda como dijiste, era bella y letal, devoraba macadán y estrellas. Una hermosa muchacha de cabellos sincronizados con el viento y la noche. No tuve miedo, en mí, el alcohol no produce el fenómeno del grito. En dos breves décimas de segundo inyecté 287 cm3 de nitro, una onza de vida, al IronBlock de mi Charger, un Dodge ’71 negro como un animal nocturno, y aceleré a fondo.
Ella continúo flotando a escasos centímetros de mi parabrisas, tenía un rostro delicado y de bello color marfil, los ojos eran un fuego verde que hería mi alma. El Charger continuaba acelerando por una avenida infinita que se poblaba de árboles espectrales. A través de sus vestiduras yo observé un seno pálido e imposible, y un pezón con un piercing en forma de cruz invertida. El rock and roll de la radio tomaba la cadencia de inmenso tren negro lanzado hacia el infierno. Mi sangre humana y perecedera también fue inyectada al turbo compresor, recorriendo conductos recalentados, mangueras sedientas, un siseo de pequeñas burbujas rojas, cavitación. Enamorado aún de ella, alcancé a ver las llamas que se alzaban desde mis Goodrich de 14 pulgadas, lenguas mortales que lamían ya las ventanillas y la pintura de mil dólares, ya luego solo escuché la explosión y ella me tomo muy fuerte de la mano.


1 comentario:

Humberto Dib dijo...

Jorge:
Leí algunas entradas, me parece un blog variado y con buen material, gracias por invitarme a leerte, con tu permiso me anoto como seguidor.
Un abrazo.
HD