Un día tus
dragones, enfrentaron furiosos,
a mis
unicornios cansados de tanto trotar,
el resultado
de ese encuentro, solo tú y yo
después de
amarnos, dejaríamos en la piel.
Mi lengua decepcionada
que no aprende,
que hay
palabras que no debo pronunciar,
y mis versos
encaprichados a tus caderas,
que impugnan
el frágil descaro de besarte.
Un día,
lejano y rabioso, de calor y prisas,
de espaldas
a mi volviste tu rostro agitado,
me pediste
que penetrara, tu carne pronta,
y ni el
dolor, me dijiste, te apartaría de mí.
Mi piel que
es la esclava de tus caprichos,
que no
asimila que tu solo reparas lo roto,
y mi poema
recostado en tus labios rojos,
mudo de las
palabras que no pronunciaras.
Un día, tus crueles
demonios implacables,
escarbaron
entre mi carne y estos huesos,
tu boca en
mi boca desgarrando la noche,
y me
confesaste, vacía, que eso era amor.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario