En el reino del Este, bajo la sombra del nuevo y
ostentoso zigurat, descansa el pequeño escorpión azul, lejos del sol abrazador
del desierto de Uruk. Los demás congéneres, su familia directa, han desterrado
a este de su imperio de rocas y ratas canguro debido a su pequeñez, debido a su
color descaradamente azul, falto de convencionalidad y mimetismo. La huida del
singular arácnido se produjo en medio de las tinieblas de la noche, amparado por
una luna cómplice y fuegos fatuos en el horizonte, y el pequeño escorpión azul
nada sabe de la arena arrastrada por el viento sobre las dunas, ni de la
escasez de agua en la depresión que se comienza a formar al pie de la
amurallada Eridú.
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