Escasos bocados de
rocío,
los saboreo, los
manipulo,
es la frescura en este
instante
del comienzo de la
mañana,
antes de que el calor
domine
los territorios aún
nuevos
y avance sobre
terrazas,
pavimentos y personas.
La luna, ya hace unos
instantes,
ha desaparecido entre
reflejos,
consumida es, por la
claridad,
que espanta sombras y
silencios,
sé que aún su figura
carcomida
y mutilada, de medialuna
su cara,
está por allí y que
aún nos mira,
cómplice de agobios e
ilusiones.
Yo entiendo su apuro de
ocultarse,
su temor a permanecer
descarnada
frente a la avidez
ocular del orbe.
Yo sé de los olvidos y
su anatema,
de los que el hombre
es prisionero
cuando amanecen sus
palabras.
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