Tuve un sueño de un
millón de años,
y al despertar, contemplé
al amanecer,
la palma de mi mano de
espaldas al sol
y sonreí, entiendo, por primera vez.
A la orilla de un océano
púrpura,
lánguidas olas
saturadas de minerales
lamieron con avidez mis
pies desnudos
y dejaron amarga sal
en mi garganta.
De ese sueño desperté
vacío, infinito,
y a la vez carente de sonidos y palabras,
ensayé un grito que un
ave rehuiría,
cayendo, hundí mis
brazos en la arena.
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