25 junio 2013

Londres 1900

            Fue en diciembre de 1900, en el cambio de siglo, bebía una soda con mis hermanos cuando lo vimos aparecer en el patio trasero de nuestra casa, brumoso al principio, como un reflejo matutino sobre el estuario del Támesis, allí estaba, fue haciéndose tangible y real. Un artefacto extraño y un hombre andrajoso en su interior; colgaban gelatinosos líquenes de la castigada estructura, delgadas y extrañas plantas carentes de fotosíntesis. Parecía un refugiado de una batalla solitaria dentro de su irreal carro de combate, retornando del frente, de la delgada y oscura tierra de nadie. Luego, un segundo más tarde,  se descargó sobre nosotros, atravesándonos, la mirada del viajero a través del tiempo y supimos del delirio increíble, de las imágenes que danzaran ante sus ojos, de la desesperación y la impotencia por doblegar la corrosión de los años sobre su rostro, y de su certeza concreta de la muerte del sol.


1 comentario:

Humberto Dib dijo...

Y los Eloi y los Morlocks...