Sombras como
caminantes de la memoria,
sombras como
apéndices y gritos mudos;
muchas veces
en el ocaso suspiramos
por lo
inaudito, lo roto…
o el detalle ínfimo.
El vértice
que no es vértice, sino uña,
la carcajada
que contiene el mimo ciego.
Un desván
vacío que se nubla de silencios
donde un
monstruo, o dos o tres…
juegan al
olvido.
Sombras como
pájaros negros del destino,
sombras como
quijadas demenciales,
siempre o
casi siempre entre el deseo
de ser
simple, transparente…
o
despertarse.
La cosa obvia
que engendra lo imposible,
lo imposible
que emite aullidos y desgarros.
El espejo
que devuelve nuestro grito
asustando al
otro, a ese…
desconocido
que miramos.
Afuera, a
extramuros, cansados de correr,
hastiados de
silencios e ignorancia,
abandonados
por otros sueños cotidianos,
dos o tres
exquisitos monstruos…
se alejan de
mis pasos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario