Una
tarde, en mis caminos singulares,
entre
mis peces atiborrados de historias,
encontré
un hada de tan frágiles alas,
que
ante la más pequeña palabra, tiritaba.
De
hada el rostro y la sonrisa curiosa,
de
mujer un supuesto de saberla enamorada.
De
hada los élitros de cristal y la mirada,
de
mujer sus miedos, su pasión y sus poemas…
de
plata.
Hace
miles de años, un otoño incierto,
entre
mis oquedades y mis libros de cenizas,
encontré
un hada de lágrimas florales,
que
mi voz despertó una mañana en Lima.
De
hada una fotografía de su pie sobre la arena,
de
mujer una copa de buen vino compartida.
De
hada la seta que resguarda en su jardín,
de
mujer su pezón moreno imaginado…
de
cobre su mejilla,
de
pisco sour su beso,
de
amor su dulce cansancio.
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