31 mayo 2013

Depredador urbano

            Observando, en plazas y esquinas concurridas, sobre transeúntes cotidianos, me fue dado atisbar profundas cicatrices en el alma de los hombres, mordeduras de nostalgia, costras de depresivos instantes de soledad y suturas en pieles como tatuajes tribales bosquejados por un animal terrible. Comencé mi búsqueda entonces del depredador urbano, del devastador ser que produjera dichas heridas, convencido en mi ignorancia de la competencia evolutiva, de la presencia tangible de dicha bestia entre las sombras de la vida de los hombres. Desistió mi intento con el transcurso de los años, sin explicaciones para la ausencia del depredador en la pirámide de personajes posibles dibujada en las sábanas de mi cuarto. Mi mirada tropezó un día en el espejo, con una hermosa cicatriz atravesando de lado a lado mi corazón y no supe que nombre científico otorgarle, en homenaje vivo al inquieto animal, o al beso terrible que recordara de aquella nostálgica tarde de octubre.


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